No existe
espacio público que funcione sin unas escaleras, cuya eficacia y utilización
quedarán mermadas, de no diseñarse con la dimensión humana, más aún cuando lo
que se pone en juego es la seguridad personal del usuario, este punto reviste
más importancia que en el diseño de escaleras.
La
escalera, como un todo, y la relación huella/contrahuella deben ser reflejo de
la dimensión humana. Las normas en vigencia emplean, directa o indirectamente,
como unidad de medida una dimensión de 55,9 cm (22 pulgadas), que viene a ser
la anchura corporal del hombre medio, Este incremento de 55,9 cm se ha usado
invariablemente durante veinticinco años, como base para determinar la anchura del
paso individual.
Las
relaciones huella/contrahuella también están rodeadas de innumerables reglas
empíricas y fórmulas que a menudo se contradicen mutuamente. Una de estas
fórmulas, con cuatrocientos años de vida, forma parte de las Normas de Edificación
de la ciudad de Nueva York. No discutimos que estas fórmulas producen diseños
de cierta sensatez, pero lo que realmente está en cuestión es la
calidad de
los mismos. Por ejemplo, ¿cómo se puede explicar que una huella de 24,1 cm (9,5
pulgadas) acomode la planta de un pie de 35,6 cm (14 pulgadas)? ¿Cuánta
superficie de contacto proporciona el diseño? ¿Qué porcentaje de población acomoda?
¿Qué cantidad de energía humana se consume al subir la escalera? Si la escalera
está prevista para evacuar a las personas en caso de incendio, ¿nos podemos
permitir acomodar menos del 100 % de los usuarios? La
relación
huella/contrahuella, ¿refleja las necesidades de las personas de edad? Estas
respuestas deben ser contrastadas, si los diseñadores quieren hacerse eco de
los factores humanos implicados.
Indudablemente
la proporción huella/contrahuella encierra otras muchas consideraciones, la
forma de caminar, la percepción sensorial, edad y sexo.
La naturaleza
del problema anula cualquier solución «perfecta», pero ello no significa que
unas reglas empíricas sean ya suficientes. En los dibujos que a continuación se
ofrecen, se examinan estas situaciones y se sugieren holguras y datos dimensionales
ligados a la dimensión humana y al tamaño corporal, todo ello útil para
elaborar bases preliminares de diseño.
En el dibujo
superior vemos la sección de una escalera mecánica a la
que se da
una anchura de 121,9 cm (48 pulgadas), quedando de manifiesto que esta
dimensión no es la adecuada para acomodar, en la misma huella, a dos personas
de gran tamaño.
Por otra
parte, la anchura en la sección superior de la escalera es de
101,6 cm
(40 pulgadas), insuficiente al afectar a la estabilidad del usuario.
El movimiento
de la escalera mecánica, el contacto corporal y la falta de equilibrio,
considerados como un todo, suponen un riesgo evidente para la seguridad del
individuo. Procede añadir a lo antedicho que no es frecuente que dos personas
coincidan en el mismo escalón.
Por ello se
reafirma en que la anchura estándar de 117,7 cm (44
pulgadas),
basada en dos incrementos de 55,9 cm (22 pulgadas), nunca acomodará a las
personas de tamaño corporal más grande.
La holgura
del pasamanos acomodará el grueso de mano mayor y sus dimensiones serán
consecuencia del diámetro interior de asimiento que corresponde al usuario de
menor tamaño.
Sumando a
los datos del dibujo el grueso de los guantes, se demuestra que una holgura de
pasamanos de 5,1 (2 pulgadas) y un diámetro de 3,8 cm (1,5 pulgadas) acomodarán
a la mayoría de la población.
El dibujo
superior muestra algunos de los datos básicos y da una visión de las zonas que
intervienen en este problema. A pesar de que la escalera es algo tan antiguo
como la propia arquitectura, no está de más repetir que son pocos los trabajos
de investigación que ha merecido y que muchos de los requisitos vigentes son puras
reglas empíricas que datan del siglo XVII.
En este
tema, la relación huella/contrahuella es realmente importante. El dibujo
inferior pone de manifiesto la relación, longitud planta del pie y profundidad
de huella. El 95 % de los usuarios que calcen gruesas botas de invierno tienen
una longitud de planta de 22,9 cm (9 pulgadas) o menor. La huella que
normalmente se aplica tiene 24,1 cm (9,5 pulgadas), aunque sólo el 5 % de los
usuarios tengan apoyo suficiente y de éstos, el de mayor longitud de pie, tenga
que soportar
la
incomodidad de que 12,7 cm (5 pulgadas) queden sin superficie de
apoyo.
Obviamente, el problema se agrava cuando entre los usuarios hay personas de
edad e imposibilitadas físicas.